Los territorios sublevados del este de Ucrania están intentando recuperar la normalidad, pero con la posibilidad real de que los combates a gran escala se reanuden en cualquier momento . Al mismo tiempo preparan unos comicios que deben sentar las bases para su futuro desarrollo como un país independiente. Ucrania y Rusia cierran acuerdo de gas.
Las calles del centro de Donetsk presentan durante el día una imagen de aparente normalidad. Circula el transporte público. Estudiantes que van a sus centros de estudio. Cafeterías abiertas. Funciona la telefonía móvil e internet por doquier. Hay luz, gas, agua y calefacción en la mayoría de casas. Sin embargo, eso es solo la superficie. Hay que conocer un poco más la ciudad para ver que la normalidad es solo aparente, aunque muy deseada por la población.
La gente armada está presente casi por doquier. Los puestos de control de carretera son omnipresentes al salir un poco del centro de la ciudad. La línea del frente sigue pasando en varios puntos a apenas 10 kilómetros del centro de Donetsk. Por la noche se puede apreciar el sonido del fuego de artillería y en la periferia ver a los lejos los cohetes grad que surcan el cielo como pequeñas estrellas fugaces que van en grupo a muy poca altura. Todo ello lo aprecia el ciudadano normal. Ello y el hecho que realmente, muchas tiendas están cerradas, la circulación entre ciudades es lenta y difícil, y la posibilidad de guerra es muy cercana.
Por ello, las elecciones que se van a celebrar el domingo para elegir los parlamentos y presidentes de las repúblicas aliadas de Donetsk y Lugansk son vistas como un paso hacia la normalización. El sentimiento de ser ucranianos sigue presente entre la población. Es difícil encontrar a gente que se sienta puramente rusa, pero es difícil encontrar a alguien que quiera seguir unido a Ucrania. Tener unos representantes democráticamente elegidos pasa a ser un avance importante para seguir construyendo un estado legítimo e independiente.
La población se lamenta de que Ucrania les haya, según dicen, empujado a este estado. La mayoría pedía simplemente más libertad, reflejada a nivel organizativo en una federalización. Querían seguir formando parte del país que consideran suyo, pero sin que les impongan un modelo nacional con el que no se identifican, el de la Ucrania occidental. Vuelven a emerger las dos ideas de país, la que hizo el Maidán y que mira a occidente con ayuda activa y pasiva de la UE y los EE.UU., y la del Donbass, la que mira a Rusia como referente histórico y que es apoyada y financiada desde ahí.
Es precisamente Moscú la que está intentando coger el control férreo de la situación política del Donbass. Para ello utiliza la ayuda humanitaria. Rusia es el único jugador que manda esta ayuda de manera tan activa. El viernes llegaron a Lugansk y Donetsk varios camiones más del enésimo convoy humanitario ruso. Las autoridades, a día de hoy comandantes de campo prácticamente, que reciben esta ayuda la distribuyen entre la población local haciendo subir su propia popularidad. Por ello es lo que se podría denominar “el partido de la guerra”, los militares, quienes dominan el panorama político. Se hace difícil comprender como se va a construir una sociedad civil si la controla el poder de las armas.
Los habitantes temen que su región se convierta en un nuevo territorio sin reconocer como Transnistria, Abjasia o Osetia del sur, pero prefieren esa posibilidad a volver bajo el poder de Kiev. La finalización de la guerra es ahora más importante que el estatus del territorio siempre que no sea junto al resto de Ucrania.
Los combates a gran escala pueden volver a empezar en cualquier momento. De manera local no han parado nunca. La artillería trabaja todos los días en determinados puntos. La tregua de Minsk la dan por rota tanto Kiev como Donetsk y Lugansk. El miedo a que vuelvan a empezar las hostilidades es muy grande precisamente con la perspectiva de que las fuerzas estatales ucranianas quieran impedir la votación del domingo.
Moscú y Kiev cierran un acuerdo por el gas beneficioso para ambos
Rusia suministrará gas a Ucrania por lo menos hasta marzo. Ucrania obtendrá la energía necesaria para que sus ciudadanos no pasen frío hasta entonces. Moscú cobrará la deuda ucraniana que asciende a más de 3.600 millones de euros, además no volverá a suministrar gas a ucrania hasta que esta pague por adelantado la cantidad deseada.
Estas condiciones eran inaceptables para Kiev en verano de este año. Entonces se pedía una rebaja sustancial tanto en el precio a pagar en el futuro, se habló de 260 dólares por cada mil metros cúbicos, como en la deuda ya existente. Ahora, sin embargo, las autoridades ucranianas han aceptado el acuerdo por el que pagaran 378 dólares por cada mil metros cúbicos de gas suministrado en lo que queda del año, y 365 desde enero hasta marzo del 2015. Además la parte rusa ya no volverá a ofrecer créditos para sus socios comerciales ucranianos debido a su mal historial de pago anterior.
El testigo de financiar Ucrania lo coge el FMI con el aval de la la Unión Europea. Será el organismo internacional el encargado de prestar el dinero a Kiev para pagar a Moscú. A cambio se esperan reformas que poco a poco vayan acercando a Ucrania a la UE.
La presión ucraniana mediante la amenaza de cortar el gas que va hacia la UE vuelve a funcionar con las mismas tácticas de otras ocasiones, pero esta vez sin llegar a provocar ninguna “guerra del gas”. La factura energética la paga otro a cambio de las promesas de Kiev de acercamiento y reformas a favorables a esa parte. Hasta ahora nunca se han cumplido. Está por ver si ahora será diferente.