El 31 de diciembre de 1.999 el entonces presidente de Rusia, Boris Yeltsin, hacia pública su dimisión del cargo. Automáticamente asumía el puesto el primer ministro Vladimir Putin. Empezaba una nueva era en la nación más grande del mundo. Sin entrar a analizar propiamente la compleja figura del dirigente, veamos como ha sido su gestión estos años.
Putin el frío líder autoritario
Vladimir Putin llegó al cargo presidencial con la fama de ser un dirigente duro y exigente. Su carrera en el KGB le ha dado siempre el aura de hombre frío. Su primer acto como presidente fue celebrar el año nuevo con las tropas rusas destacadas en Chechenia. Y ese fue su primer gran proyecto, la segunda guerra chechena, iniciada en agosto de 1999, cuando era primer ministro, tras unos atentados en Moscú y una incursión de guerrilleros chechenos en la vecina región del Daguestán.
Putin se ganó la fama de ser un hombre poco respetuoso con las vidas humanas, tanto las enemigas, como las propias. A ello colaboró su tardía y fría reacción a los atentados de Beslan, donde murieron 334 personas, o al atentado del teatro Dubrovka de Moscú donde murieron 130 rehenes. En ambos casos la utilización de la fuerza por parte de las tropas rusas es objeto de discusión sobre su proporcionalidad. También se le echa en cara su tardía reacción con el accidente del submarino Kurks, donde murieron 118 marineros.
Sociedad
La escuela de los servicios de seguridad y las tradiciones del KGB se le vuelve a echar en cara cuando se habla del tema de libertades civiles dentro de Rusia a lo largo de estos 15 años de gestión. No cabe duda de que la sociedad rusa posee menos libertades sobre el papel que los que existían en el país durante la gestión de Yeltsin. La prohibición de numerosas ONGs internacionales es solo la punta del iceberg.
Varios partidos políticos junto a sus líderes, todos opositores al Kremlin, han ido desapareciendo del panorama político ruso bajo la presión de las autoridades y su eliminación de los medios de comunicación que emiten a nivel estatal. Se ha llegado a un punto en el que en la Duma, el parlamento ruso, no existe una oposición real, lo cual es sin duda un significativo paso atrás en comparación al periodo anterior a Putin.
Así mismo Rusia ha ido aprobando leyes que han limitado significativamente algunas libertades básicas. Los derechos de los homosexuales es un claro ejemplo. Bajo el mandato de Putin, no solo se han prohibido mayoritariamente los desfiles del orgullo gay, sino que se ha llegado a legislar una ley para combatir lo que los parlamentarios rusos han llamado “propaganda homosexual”.
El tema de los derechos humanos sigue siendo de gran actualidad en el Cáucaso ruso, donde para tener la situación bajo control, se paga un alto coste en la violación de los derechos humanos por parte de las autoridades locales. Todo ello bajo el silencioso amparo de Moscú.
Quizás el mayor logro de la administración Putin es la consolidación y crecimiento de la clase media dentro de la sociedad rusa. Cuando llegó al poder cerca del 35% de los rusos vivía rozando el umbral de pobreza. A día de hoy esta cifra se sitúa alrededor del 12%. Otra parte de la población que se ha visto favorecida por sus políticas son los jubilados, quienes tienen unas pensiones más grandes que la mayor parte de las ex repúblicas soviéticas, y los cuales sobre todo ya no sufren de retrasos crónicos en el pago de sus pensiones típicos de la época Yeltsin.
Putin también se ha apuntado junto a su equipo el freno de la preocupante tendencia según la cual Rusia perdía cerca de medio millón de habitantes al año. Mediante políticas sociales como la concesión de importantes sumas de dinero por cada hijo nacido se ha unido la inmigración laboral del espacio de la antigua URSS.
Economía
Es sin duda uno de los puntos más controvertidos de la gestión de Vladimir Putin. Las cifras globales lo avalan sin duda, ya que la economía rusa ha crecido significativamente bajo su mandato. Sin embargo, muchos expertos achacan este crecimiento sobre todo a la coyuntura mundial y al alto precio de los productos energéticos, petróleo y gas, que suponen entre un tercio y la mitad de los ingresos del estado y más de la mitad de las exportaciones rusas.
Además, parte del fortalecimiento se ha realizado mediante la presión directa e indirecta sobre los oligarcas surgidos de las privatizaciones de la era Yeltsin. El caso más famosos es el de la petrolera Yukos y su dueño Mijaíl Jodorkovski. A quién las autoridades rusas arrestaron y de facto nacionalizaron su empresa. Otros oligarcas han tenido que bajar cada vez más su participación en empresas rusas y compartir en mayor medida los beneficios con el estado. La mayoría de ellos en realidad no han perdido sus empresas o se han convertido en pobres, pero bajo la administración Putin el pago de impuestos y la no participación en la vida política se han convertido en norma. Ello ha hecho que el estado empezara a ingresar una importante cantidad de dinero que antes se iba al extranjero, buena parte a paraísos fiscales. Un estado que sigue teniendo como uno de los mayores problemas nacionales la corrupción, sobre todo la de alto nivel entre los funcionarios, quienes han tomado el testigo de los oligarcas a la hora de adueñarse de parte de los beneficios que dan las riquezas naturales rusas.
A pesar de ser Rusia una nación que depende en buena medida de las exportaciones de productos energéticos, bajo la administración Putin se ha lanzado numerosos programas de desarrollo y modernización de la industria rusa. Se han traído no pocas fábricas de empresas occidentales y se han invertido grandes sumas en la industria nacional, haciendo hincapié en productos altamente tecnológicos. Así la industria espacial, la de defensa o la automoción han visto una importante reactivación tras los mucho más difíciles años de gobierno de Yeltsin.
Putin el líder nacional
Vladimir Putin se ganó rápidamente un alto apoyo de la población rusa al resolver la parte militar de la campaña chechena de una manera sustancialmente más efectiva que sus predecesores en el cargo. Además su discurso orientado desde el principio en la devolución de Rusia a un estatus de potencia gustó y gusta en una población que se siente agraviada por la manera de la que terminó la guerra fría.
Tras años de gestión reformista de Gorbachov y Yeltsin, Putin trajo una estabilidad que los rusos deseaban. Las reformas liberales y aperturistas empezaron a dar paso a una reconstrucción de un estado más centralista y autoritario, el cual a su vez estaba por la labor de ofrecer más servicios, como sanidad, educación o inversión en proyectos de infraestructuras, a cuenta del estado. No cabe duda de que Putin era una respuesta a los deseos mayoritarios de la población.
Relaciones internacionales
Las relaciones internacionales de la era Putin son un extenso campo para el análisis, por lo tanto aquí solo señalaremos varios aspectos claves. A nivel regional Rusia bajo mandato de Putin (como presidente o primer ministro) ha participado en una guerra contra Georgia, y apoya abiertamente a una de las partes del conflicto en el este de Ucrania. Además de haberse anexionado parte del territorio ucraniano como es Crimea.
En la escena global, a pesar de varios intentos de acercamiento con los países occidentales, Rusia es cada vez un más adversario del bloque EU/OTAN, y se muestra agresiva ante la expansión de ambas organizaciones, ya que considera que eso amenaza su espacio vital.
La Rusia de Vladimir Putin ha vuelto a ser jugador activo de la escena internacional tras los años en los que llegó a contar poco o nada a nivel global. Ya con Putin de primer ministro Moscú vio como la OTAN bombardeaba Yugoslavia para luego colonizar el territorio de Kosovo. Tras años de gestión de la administración Putin, Rusia es capaz ahora de dificultar la intervención occidental en Siria o Irán.
Aprovechando la debilidad rusa de los años de gobierno de Yeltsin, la OTAN y la UE lanzaron importantes programas de expansión hacia las fronteras rusas, saltándose las promesas de no expansión hechas a Gorbachov en su momento. Putin ha conseguido frenar esta expansión cuando ya ha llegado a las fronteras rusas, como en Georgia o Ucrania. También ha empezado a consolidar a parte de las ex repúblicas soviéticas en un proyecto conjunto, la Unión Aduanera, que en los planes de futuro tiene previsto unir a los países participantes en un espacio económico único e incluso con una moneda propia.
Putin también ha cultivado las relaciones internacionales alternativas a la histórica orientación europea de Rusia. Se han potenciado las relaciones con Brasil, India, China y Sudáfrica para formar un grupo de poder alternativo en el espacio internacional, el denominado BRICS. Otros países donde la diplomacia rusa también se ha mostrado activa son Irán, Turquía, Venezuela, Argentina y muchos otros. Todo ello es un ejemplo de que Moscú rechaza el dominio occidental, y resiste a él con cierto éxito. Eso es otro logro de la gestión de Vladimir Putin.
*Publicado originalmente en GARA (31/12/2014)